Amar, Vivir y morir.
“ -Es curioso, ¿Sabes en qué estaba pensando?
En las últimas veces. Cosas muy tontas: en la última vez que usé un labial, la última vez que tuve un perro, la última vez que toqué un piano. Son tantas cosas que he hecho por última vez, pero no les había prestado atención. Y luego te conocí, y empecé a reír, a hacer el amor, a enamorarme, todo por última vez. Pero esta vez presté atención. ”1
A veces me impulsa la necesidad de cumplir un capricho, mas que vivir planes y futuros que hablarán bien de mi. A veces hago cosas que no tienen continuidad; dudo de mis proyecciones, me propongo cosas que no cumplo, cambio planes, hago cálculos sobre cosas imaginarias, duermo por placer o aburrimiento y le doy protagonismo a mis emociones. Y sobre todo, últimamente, casi todas las cosas que solían ser importantes, no me importan nada.
Me preocupa a veces que determinadas cosas que me parecían significativas treinta días atrás, hoy ya no me importan; pero cuando pienso más en ello, descubro que esa preocupación es una proyección dentro de la vida de unx otrx, más que de la mía y entonces el asunto pierde peso. No se por qué crecemos rodeados de la necesidad de dar una impresión a los demás, de resguardar una apariencia o de encarnar coherencia. Esa manera de vincularnos con la sociedad, le da forma a cosas que realmente no existen como el tiempo, y pone en acción polaridades como la del éxito en contraposición al fracaso, propiciando la elaboración de juicios entre unas y otras personas; dictámenes sobre la manera en que vivimos. Siendo más precisa, estos dictámenes refieren a la forma en que administramos nuestro tiempo, y se fundamentan sobre la base de que el tiempo existe, es lineal y de que entonces las cosas tienen una continuidad.
Tener una brillante carrera académica ¿Importa? Comprar un auto ¿Importa? Hacerte una cirugía estética para verte mejor o más joven ¿Importa?
Importa cuando lo es que tu quieres que importe, a mi no me importa.
Me permito dudar de que todo esto sea realmente importante porque creo en la muerte. Cuando estuvo cerca mío, descubrí gran parte de las cosas en las que hoy creo. Durante los años que siguieron, ese aprendizaje se ha expandido, y habiendo pasado casi diez años, continúa haciéndolo. Si dejamos de existir o nos transformamos en otra cosa, no lo se, pero se que no quisiera enterarme, puesto que dolería ese saber. Esto se trata de otro aprendizaje; los seres queridos se van, mueren, como todo ser ha de hacerlo alguna vez. Esa persona que ya no está, dejó de existir en el contexto al que estábamos acostumbradxs y solo nos queda el resto, lo vivo, para continuar.
De todos los sentimientos y pensamientos que surgen de esta experiencia, te preguntas, entre muchas otras cosas, por qué alguien ha de morir -no me es posible comprenderlo- ; por qué te ha sido arrebatado ese sentimiento de tu vida (el que tenías hacia aquella persona, que por supuesto, se ve modificado por la muerte); y sobre todo si existirá la posibilidad de obtener respuestas a estas preguntas.
Me parece que todxs interpretamos, experimentamos y percibimos la muerte de diferentes formas; en mi caso, vivirla tan de cerca, ha sido la única manera de amar la vida y querer seguir viviéndola. Creo que de la muerte podemos sacar una lección para identificar el motor de nuestra vida.
He observado en la gente que cuando se tienen hijxs, el futuro parece real, tangible y fundamental. Toma importancia el tiempo y el cómo lo llenamos. Aparentemente, todas las prioridades de las personas se reorganizan a partir de este acontecimiento. Algunas, encarnan una especie de figuración devota: se “deben” a sus hijxs, despersonalizan su yo para darse a unx otrx que depende de ellas. Otras, pareciera que no les afecta la vida, que la llegada de unx nenx, es un evento que da continuidad a lo que ya venían desarrollando. Luego, hay quienes no lo esperaban y les sucede, no es lo que ellxs deseaban y sucede. Siendo el aborto ilegal, en esos casos, me parece terrible.
Yo no tengo hijxs, no se si tendré, sobre todo porque es muy caro y no me gusta trabajar. Si, lo reconozco, no me gusta trabajar, entre menos trabaje, mejor. Hay muchas cosas que me gusta hacer, de las cuales actualmente no recibo remuneración, es lamentable. Sería lindo que siempre pudiésemos recibir remuneración por algo que nos gusta hacer, y sería más lindo aún que no se necesitara plata para comer, dormir e ir al baño.
Me pongo a pensar en mis últimas veces, y en las cosas que desearía haber hecho diferente. En las últimas veces que vi al chico que me gusta, por ejemplo, hubiera deseado no mirarme tanto a mi misma y haberlo observado más. Haber vivido más ese presente, y no haber hecho proyección alguna. Haberle dado más protagonismo a mis sentimientos, y no a estructuras ni formas preconcebidas. Ahora me doy cuenta de eso. Solo me queda apostar a que podría llevarlo a la práctica una próxima vez.
Hay cosas a las que no temo y otras que me causan un extraño pavor. No entiendo por qué, pero no buscaré una respuesta a eso pues hoy todo parece simple, nada importa más que ser feliz aquí y ahora.
Cuando la muerte esta cerca, solo piensas en las cosas que te gusta hacer. No vas a querer gastar tu tiempo en otra cosa, pues la consigna del latente fin, es lo único más grande que tu. El miedo, la vergüenza, la falta de educación o ignorancia, parecen menos importantes. Los planes se han ido a la mierda, no importan, la muerte se nos viene encima. Cuando lo ves así, empiezas a hacer lo que quieres. Lo que te gusta. A disfrutar. A reír otra vez. A no darle tanta importancia a aquellas cosas que te parecían graves, por ejemplo: si te parece que otrx te trata mal y ves que esa situación te mortifica, ahora podrás pensar en como quieres tu tratar a esa persona. De repente, no importa, la sensación de muerte esta ahí para decirnos: vive, ahora.
1De la película “Lección de vida” (2006) dirigida por Ed Stone.
